El consumo de bebidas energéticas es cada vez más frecuente, tanto entre los jóvenes y estudiantes como en los deportistas, lo cual puede traer sus consecuencias indeseadas, en especial, si se combinan con alcohol o se tiene algún trastorno como hipertensión.

En principio, es necesario diferenciar estas bebidas de las isotónicas, las que se consumen para reponer los líquidos y minerales perdidos tras una actividad física intensa.
Las energéticas, por su parte, están hechas a base de cafeína y otros estimulantes, y aportan una dosis extra de energía, estimulan y dan una sensación temporal de bienestar y mayor concentración.
Si bien su consumo moderado no es un riesgo para las personas sanas, sí lo pueden ser en hipertensos y en personas que sufran de cardiopatías.

Los deportistas, por su parte, también suelen consumirlas como complemento para su actividad física.
Pero lo cierto es que su consumo trae consigo un cierto riesgo, ya que si se utilizan como sustituto nutricional, se mezclan con alcohol o si se abusa de ellas pueden traer consecuencias indeseadas.
Las bebidas energéticas están compuestas de agua, cafeína, carbohidratos, vitaminas, y otras sustancias tonificantes como la taurina.

El combinar ambas bebidas pone al cuerpo en alerta y tensión puede provocar un aumento de la adrenalina, palpitaciones, sudores, e incluso, en dosis elevadas puede causar temblores y arritmias y llevar a una deshidratación.
Así también, una elevada concentración de azúcares puede entorpecer la correcta absorción de agua en el intestino. De aquí, que tampoco sean recomendadas para los deportistas, ya que dificultan la hidratación.
Estar óptimamente "energizado" requiere un nivel aceptable de actividad física, sueño adecuado, estrategias efectivas de alimentación e hidratación. Una bebida energética por si sola nunca sustituirá a todos estos elementos.
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